Leche fermentada Priégola Lában

Un alimento muy saludable y apto para intolerantes a la lactosa

Entre sus múltiples beneficios destacan su función reguladora del transito intestinal, ayuda a fortalecer los huesos, protege el corazón por su alto contenido en vitaminas B y B12, previene la osteoporósis. Aporta gran cantidad de fósforo, saludable para el cerebro. Alto contenido en vitaminas del grupo B y vitamina K que ayudan a crear nuevos glóbulos rojos y favorecer el flujo sanguíneo.

Desde tiempos que se remontan a antes del nacimiento de Cristo, el yogur ya era consumido en las tierras orientales pero al llegar dicho producto al Líbano, se le hicieron ciertas modificaciones  y entonces pasaría a conocerse con el nombre de ‘Lában’. Dicho alimento nació como respuesta a las necesidades de una sociedad eminentemente pastoril que no tenía forma de conservar la leche si ésta no se hallaba fermentada. De esta manera, modificaron inteligentemente su procesado de forma que fuese posible su conservación a temperatura ambiente.

El Lában es simplemente leche fresca pasteurizada, que posteriormente ha sido sometida a un proceso de fermentación. La fermentación origina una disminución en la lactosa, haciendo la leche más digerible, a la vez que conserva todas sus propiedades nutricionales. Recientes estudios microbiológicos de las cepas fermentadoras en el Lában tradicional libanés,  muestran más de noventa cepas diferentes de bacterias lácticas, siendo  en su mayoría Lactobacillus delbrueckii subspespecie bulgaricus y en segundo lugar Streptococcus thermophilus, por lo que los investigadores concluyen que el Lában es leche fermentada con valores nutricionales similares al yogur (aunque con sus características específicas) y textura similar al yogur líquido.

Los beneficios incluyen una mayor digestibilidad que la leche no fermentada por su disminución en lactosa (podría ser apto para ciertas personas con intolerancias leves a la lactosa como alternativa a las leches sin lactosa)  y el beneficio añadido de la regulación de la flora intestinal propia de cada individuo, modulándola hacia un incremento de las cepas beneficiosas en detrimento de las patógenas, a la vez que se mejoraría el tránsito intestinal, combatiendo el estreñimiento (en este sentido aumentaría la tolerancia de los lácteos en personas con dicho problema).

Élie Metchnikov, premio Nobel ruso que, a principios del siglo XX, descubrió que los globulos blancos de la sangre combaten infecciones bacterianas, pensaba que las bacterias del ácido láctico de las leches fermentadas eliminaban los microbios tóxicos de nuestro aparato digestivo. Este señor se adelanto a su tiempo, si levantara cabeza y viera como ha evolucionado todo el tema de los Lactobacillus, L.casei, L.acidophilus…

La idea base de los beneficios de las leches fermentadas, incluyendo el yogur, es que las bacterias que se encuentran en ellas se agregan a la pared intestinal y la protegen segregando compuestos antibacterianos, estimulando la respuesta inmunitaria del cuerpo a ciertos microbios patógenos, desmantelando el colesterol y reduciendo la producción de cancerígenos potenciales, y esto es bueno.

Hay mucho que leer sobre los pocos beneficios de la leche, pero sobre las variedades fermentadas, como el laban y el yogur, hay estudios con conlusiones positivas, avalando sus beneficios, siempre entendiendo un consumo moderado, como en todo.